Afortunadamente la complicación se corrige por sí sola durante el primer
año de vida en alrededor de dos tercios de los casos. Si los testículos
aún no han descendido al cumplir el año, el bebé necesitará seguir un
tratamiento antes de cumplir 2 años. Existen dos maneras de corregir el
problema:
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Una terapia hormonal que estimula los testículos para que
produzcan más testosterona. En este procedimiento, que no se suele
utilizar en los Estados Unidos, el médico aplica inyecciones dos veces a
la semana de gonadotropina coriónica humana, una hormona que estimula
la maduración de los testículos e impulsa su descenso durante el
transcurso de varias semanas. Este tratamiento es eficaz en alrededor
del 20 por ciento de los casos, y la probabilidad más alta de éxito la
tienen los testículos que ya se encuentran considerablemente bajos. Si
el tratamiento hormonal no tiene éxito, el médico recurrirá a la
cirugía.
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Una cirugía puede corregir una anormalidad física o hacer que los
testículos desciendan si no responden al tratamiento hormonal. Por
ejemplo, si una formación de tejido fibroso está bloqueando el descenso
de los testículos al escroto, es necesario hacer una cirugía para
extirpar el tejido. Si el ligamento que sostiene los testículos es
demasiado corto, se puede alargar. Algunas veces durante la cirugía el
médico descubre que el ligamento necesita crecer más antes de que pueda
alargarse mediante cirugía y volverá entonces a realizar la operación
quirúrgica varios meses más tarde. También es necesario hacer una
cirugía si la afección está acompañada de una hernia inguinal, una
complicación común en la que una porción del intestino se abre paso en
dirección al escroto, pudiendo incluso quedar atrapada en él. Aunque
todo esto suena complicado, se trata de procedimientos ambulatorios
menores que no requieren una estancia en el hospital.
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